martes, 23 de junio de 2009

Combate contra el terrorismo


El episodio terrorista más sangriento de la historia de Estados Unidos (y del mundo) tuvo lugar el 11 de septiembre de 2001. Dos aviones de pasajeros secuestrados y dirigidos por pilotos suicidas colisionaron contra las torres gemelas del World Trade Center de Nueva York, lo que provocó el derrumbe de las mismas y un elevadísimo número de víctimas (casi 3.000). Poco después, otra aeronave se estrellaba contra la sede del Pentágono en Washington, dejando reducida a escombros una de las alas del edificio. Ambos objetivos encarnaban simbólicamente el poder, la riqueza y la seguridad del país. Reivindicó los atentados la organización terrorista Al-Qaeda, a cuyo frente se encuentra Osama bin Laden, quien recibió protección del régimen talibán instaurado en Afganistán, y que tuvo como consecuencia inmediata la intervención del ejército estadounidense. Un año más tarde, en octubre de 2002, la Yamaa Islamiya perpetró un gran atentado terrorista en la isla de Bali, que acabó con la vida de 202 personas.
La sangría terrorista llegó poco después a Europa, que había sido públicamente amenazada por los terroristas islámicos. Tras un serio aviso en forma de ataque a la casa de España en Casablanca en mayo del 2003, células terroristas vinculadas con el grupo Al-Qaeda atentaron en Madrid el 11 de marzo de 2004, acabando con la vida de cerca de 200 personas e hiriendo a más de 1.500. En esta ocasión, los asesinos utilizaron los trenes de cercanías que unen la capital con el extrarradio para sembrar el terror y causar el mayor daño posible de un modo absolutamente indiscriminado. Ese mismo año se produjeron dos atentados terroristas en sendas sinagogas de Estambul, cercenando la vida de numerosos turistas y ciudadanos turcos que allí se encontraban. En 2005 fue Londres la ciudad escogida: el 7 de julio, varios terroristas suicidas con pasaporte inglés se inmolaron en vagones de metro y autobuses, causando la muerte de una cincuentena de personas y sumiendo a la ciudad en un caos completo. La sensación de miedo se repitió sólo dos semanas después, con una serie de explosiones fallidas en medios de transporte urbanos.


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